viernes, 2 de marzo de 2007

El contrato 1ª parte




Sharn es una ciudad tan apestosa, que aseguro que se puede oler a mas de diez millas antes de llegar a ella. Mas no es que yo tenga nada contra la magnifica urbe, sin duda gloria y orgullo del orondo rey de Breland, es que sencillamente, para los foraneos como yo, el olor de casi un millón de ciudadanos juntos, puede ser algo insoportable. Pero claro, los sharnos llevan toda la vida oliendo sus propios aromas, huelga decir que están inmunizados contra su pestilencia.

La primera impresión que asalta a uno, es lo colosal e imposible de su arquitectura. Las altísimas torres de Sharn, que le han dado fama mundial, parece como si estuvieran a punto de caer en cualquier momento sobre sus confiados pobladores. No entiendo esta manía por construir hacia arriba, hubiera sido mas sencillo remontar el curso del rió Daga hacia el interior de Breland, pero no, las altas torres apiñadas y apelotonadas, son mas del gusto de los Sharnos. En fin, cada cual construye su ciudad como quiere, supongo.

Esta pesadilla urbanística, se sitúa sobre un gran acantilado, formado por el mar y la desembocadura del rió Daga con el paso del tiempo. Es una estampa muy típica de Sharn las grúas mágicas, que levantan las pesadas cargas de los barcos hasta las alturas en las torres-almacenes. Torres-almacenes, valiente majaderia.

Y Claro, como ya no queda mas sitio en estos acantilados, hay que construir hacia arriba, mas y mas alto, y cuando ya no se puede mas, se construye en los mismos cielos. Oh si, Sharn tiene verdaderos castillos en el aire, tan solo que en vez de estar poblados por seres de leyenda, son poblados por ricachones y nobles que pueden permitirse la extravagancia de vivir en tan peculiar lugar.

Se dice en Sharn, que cuanto mas arriba vives, de mejor familia provienes. Yo vivo abajo, bastante abajo... concretamente en el distrito del muelle, donde además del hedor de Sharn, uno ha de vivir con el hedor del pescado y de los marineros recién desembarcados. Bueno, tampoco puedo quejarme, los dioses no lo permitan, podría ser peor y tener que vivir "debajo" de las torres, en sus colapsadas alcantarillas o en sus fabricas subterráneas.

El caso es que para alguien como yo, la vida te plantea pocas opciones, o bien partiéndote la espalda trabajando por unas miseras piezas de Cobre, o bien estando dispuesto a hacer cualquier otro tipo de trabajo en el lado equivocado de las leyes brelias.

Ah... si mi anciana madre me viera, seguramente me partiría ella misma la espalda con una firme vara de hierro. O uno de esos atizadores para el ganado. Ella siempre me decía que aquello que no se gana con esfuerzo no vale nada. Que ingenua era mi querida madre, basta que uno haga un poco de tripas corazón, para que aquello ganado con poquísimo esfuerzo valga todo lo que tiene que valer.

No se puede decir que no lo intente, vaya que si lo intente, hasta estuve en el ejercito. Pero eso de que siempre estén ladrandome ordenes no es para mi. Y mas aun cuando te envían a morir a lugares lejanos, con tal de arreglar de una maldita vez, cual de los malditos reyes tiene el maldito derecho a sentarse en el gran Trono del Gran y maldito reino de Galifar. Por mi se pueden ir todos a los infiernos, tanto me da que gane uno u otro, pero deberian hacerlo como resolvemos nosotros en los muelles las disputas: cara a cara, en un callejón y hasta que solo uno salga por su propio pie. No mandando a cientos o miles de sus vasallos a morir en su nombre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Es el inicio de algun relato que estas haciendo?